Candy Crush está disponible en Facebook y en móviles y tabletas.
En el tablero se ven decenas de diferentes dulces. La tarea es juntar aquellos del mismo color. Hay obstáculos y trucos para superarlos. Son 400 niveles. Muchas personas pasan incontables horas del día jugando. Algunas se gastan cientos de dólares en él.
Dicen que sus antecedentes son Tetris y la víbora de los Nokia, pero su pariente más cercano es Bejeweled, el juego de principios de este siglo que consiste en ordenar diamantes del mismo color.
Lanzado en noviembre de 2012 y desarrollado por la compañía King, Candy Crush Saga genera más de US$600.000 al día -según reportes no oficiales- a través de las ayudas que los usuarios pueden comprar para pasar niveles.
El juego parece simple: hay que ordenar y pasar niveles. Pero lo cierto es que tiene diferentes características diseñadas para generar adicción.
Para el profesor de psicología y ciencias cognitivas de la Universidad de Sheffield Tom Stafford la adicción a Candy Crush tiene que ver con un fenómeno psicológico llamado el efecto Zeigarnik.
“Zeigarnik les dio nombre a todos los problemas en los que una tarea incompleta se queda fijada en la memoria”, le dice Stafford a BBC Mundo.
“Y Candy Crush”, concluye, “genera tareas incompletas”.
Cada tablero -o cada nivel- es una tarea que el jugador siente la urgencia de resolver, como con los juegos de preguntas o esas dudas que emergen en las conversaciones y hay que ir a Wikipedia de inmediato: uno no descansa hasta que se sabe la respuesta.
La ludopatía no debería tomarse a la ligera…
Rocío A.M.