¿Conoces la historia que hay detrás de las monedas de oro reacuñadas por Franco?
Para empezar a hablar de esta historia tengo que asegurarme de que conocéis las reacuñaciones oficiales que hizo el Gobierno de Franco sobre las monedas de oro de 25, de 20, de 10 y de 100 pesetas; las de 25, de 20 y de 10 de Alfonso XII; y de Alfonso XIII, las 20 pesetas (pelón), las 20 pesetas (tupé) y las de 100 pesetas con su respectiva fecha, pero con estrellas 19-61 y 19-62.
Debido a la merma de la reserva de oro nacional tras la Guerra Civil, no será hasta 1966, 1967, 1968, 1969 y 1970 cuando se acuñe la moneda de plata, la conocida moneda de 100 pesetas o duro de Franco.
El conocimiento que se disponía en aquel tiempo sobre estas monedas era escaso, simplemente se conocían como “reacuñaciones oficiales”. La idea que se barajaba fue que se querían poner a prueba las máquinas de acuñación recién adquiridas y que se utilizó oro por ser un material con una maleabilidad muy buena a diferencia de los metales empleados para la acuñación de moneda del Estado Español.
Pero esta respuesta se antoja corta a causa de las muchas dudas que surgen respecto a ella, del tipo al porqué emplear cuños de antiguas monedas y además preocuparse por cambiar las estrellas. En mi opinión, hubiese sido mejor usar cuños del régimen franquista, por ejemplo, de monedas que no hubiesen llegado a circular. Talleres como los de San Carlos habrían sido capaces de acuñar sobre la aleación de cobre y estaño en módulo de una peseta, ¿tanta duda había sobre la eficiencia o fuerza de unas máquinas de una década más nuevas que las anteriores?.
Si nos situamos en el contexto histórico de un país que se encuentra inmerso en una posguerra complicada y que recibe por parte de los EE.UU una ayuda material condicionada en parte en forma de préstamo por unos 50 millones de dólares procedentes de la Reserva Federal de Nueva York, garantizando los mismos mediante las escasas reservas de oro de las que disponía el Banco de España.
Más adelante, este préstamo se verá ampliado en diez millones más, pero las obligaciones de devolución no fueron cumplidas y España tuvo que devolver el préstamo en forma de oro como se acordó.
Está perfectamente documentado el paso constante de trenes procedentes de Suiza a España y Portugal por la estación fronteriza de ferrocarril de Canfranc (Huesca) en el periodo que va desde 1942 a 1945. Alemania se cobró en oro español parte de la ayuda que prestó en el conflicto hasta que cesaron dichas transacciones y España se ve incapaz de cubrir la deuda, hasta que el descubrimiento en Galicia, León o Salamanca de minas de wolframio dio la vuelta a la situación y gracias a la prioritaria necesidad de este material para la II Guerra Mundial hizo, los precios del mismo pasaron de los1.300$/tonelada en enero de 1941 a los 20.000$/tonelada en octubre del mismo año.
Será ahora cuando Alemania se convierta en deudora de España gracias al origen de dicho mineral, igualmente deseado por las potencias aliadas como por las del eje.
Alemania por su parte se dedicó a corresponder al pago de la deuda con francos suizos obtenidos del blanqueo del oro perteneciente a los judíos y a los bancos centrales de los países ocupados. Posteriormente, España empleaba esos francos para la compra del oro ya lavado y depositado en cuentas de bancos helvéticos para poder respaldar la fuerza de la peseta y realizar compras internacionales.
En 1997 el Senador de Nueva York, Alfonso D’Amato, hizo referencia a documentos clasificados con el sello de top secret, entre los que se encontraba un informe de 1946 de la CIA en el que se indica que entre mayo de 1943 y febrero de 1944 el Banco Nacional Suizo envió 280 camiones cargados de oro con destino a España y Portugal.
El valor de estos envíos se calcula se encuentre en una horquilla de precio aproximada de entre los 250 y los 500 millones de dólares de la época, y que posteriormente fueron distribuidos en países sudamericanos refugio de antiguos dirigentes nazis.
Esta sucesión de viajes transfronterizos en la estación oscense de Canfranc han sido motivo de investigaciones y reclamaciones internacionales de afectados, los cuales hasta la fecha no han visto satisfecha las reclamaciones para la devolución del oro extraído, ya que legalmente los dos gobiernos ibéricos compraron a Suiza ese oro y, al parecer, existe una máxima que indica que “el oro solamente se encuentra manchado en manos del primer país comprador”.
Como la mayoría de las anécdotas relacionadas con la época nazi, son un cúmulo de rumores y realidades más que de certezas documentadas.
En esta línea, hay tesis que plantean la idea de que fue Suiza la que presionó al Gobierno español para que refundiera parte de ese oro que sobró de los pagos a EE.UU. y se acuñaran unas monedas perfectamente españolas, blanqueándolo definitivamente e impidiendo su rastreo.
Un emotivo e impactante final para un oro aún hoy ensangrentado en unas monedas bastante desconocidas incluso entre los coleccionistas del Centenario.
Autor del texto: Pedro Sáez Micó
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